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viernes, 15 de marzo de 2013

El adiós a un amigo de mi infancia

No puedo y no quiero ser uno de aquellos que permanecen inmóviles ante los golpes de la vida. Se ha ido uno de mis mejores amigos de la infancia: Carlitos. La noticia me llegó esta mañana desde Cuba, pero tarde, porque su fallecimiento ocurrió hace unas dos semanas. Me dice mi hermana que no se enteró de su muerte hasta ayer. Y que lo lamenta, porque hubiese querido darle el último adiós en mi nombre.
La celebración de uno de los cumpleaños de Carlitos. De izquierda a derecha: Mi hermana María Isabel, yo, Carlitos, Miguelito, María del Carmen y Gregorito.
Carlitos era afable, sencillo, juguetón y comilón. La obesidad que siempre lo acompañó fue la causante de las enfermedades que acabaron con su vida a los 50 años. Le sobreviven su esposa y sus dos hijas, de las que se sentía orgulloso y a las que amaba con todas sus fuerzas.
Hoy he ido a encontrar consuelo en la canción de Alberto Cortez ¡Cuando un amigo se va’, que dedicara a su padre, a quien veía como su mejor amigo:

Cuando un amigo se va
una estrella se ha perdido
la que ilumina el lugar
donde hay un niño dormido.

Allá por la década de los sesenta, su familia y la mía eran como una sola, en el barrio La Vigía, en Güira de Melena. Su mamá Adelaida (Ayita para los amigos), me adoraba. Era un ser extraordinario, con la capacidad de amar y recibir amor, y de mimarnos. Ella decía que yo era su hijo postizo. Y es que casi me adoptó. Cuentan que me vio llegar al mundo, y que antes de nacer Carlitos, ella me llevaba a su casa para que mi mamá atendiera a mis otros hermanos mayores e hiciera las tareas hogareñas.

Y de veras que Ayita era única, por su sencillez y su humildad, pero sobre todo por sus dotes de persona solidaria. A los 11 años dejamos el barrio, pero mantuvimos el contacto con todos ellos. Siempre que iba a Cuba de vacaciones pasaba a saludarla y conversar con Carlitos. Cuando su madre se nos fue hace unos diez años sentí pena de estar lejos y no darle un último adiós. Su muerte fue un duro golpe para él. Desde entonces la tristeza lo invadió hasta sus últimos días cuando varias dolencias acabaron con su vida.

Cuando un amigo se va
se queda un árbol caído
que ya no vuelve a brotar
porque el viento lo ha vencido.
 
¡En paz descanse!